REYES
CATÓLICOS: ISABEL Y FERNANDO.
La espada de los reyes
católicos fue famosa en todo su imperio.
Isabel I de Castilla,
"la Católica", hija de Juan II de Castilla y de Isabel de
Portugal, segunda esposa de este, nació en Madrigal de las Altas Torres en
abril de 1451.
Fernando, hijo de Juan II de
Aragón y de Juana Enriquez, contrajeron matrimonio en Valladolid el 19 de
Octubre de 1469, entre fuertes oposiciones al mismo. La consanguinidad de
ambos cónyuges (eran primos) fue resuelta a través de una bula firmada por
el papa Calixto, bula que había sido falsificada por el obispo de
Segovia.
A la muerte del rey Juan II
de Castilla, su hermano Enrique IV heredó el trono de Castilla. Al
enterarse Enrique IV de que el matrimonio se había consumado sin su
consentimiento, declaró a su hija Juana como legítima y heredera al trono.
Esta decisión real provocó una serie de intrigas en torno a dos bandos,
los que apoyaban a Juana y los partidarios de Isabel. La muerte sin nombrar
sucesor al trono de Enrique IV desencadenó una guerra de sucesión, que
duró siete años, a cargo de los partidarios de la legitimidad de Juana y
los de Isabel. El 13 de diciembre de 1474, en Segovia, Isabel fue reconocida
reina propietaria de Castilla, Fernando estaba ausente y a su regreso
reclamó sus derechos sobre Castilla como descendiente de la Casa de
Trastámara. La Concordia de Segovia, firmada en 1475, determinaría la
parte que a cada uno le correspondía en el gobierno.

Imagen de la espada de los
Reyes Catolicos.
El conflicto entre Isabel y
Juana seguía presente después de la coronación, ya que Alfonso V de
Portugal, esposo de Juana, lanzó una ofensiva en apoyo de ésta, ofensiva
que se disputó en las batallas de Toro y Albuera tras las cuales Isabel,
que salió vencedora, fue reconocida reina por las Cortes de Madrigal.
Mientras tanto Fernando era
nombrado heredero tras la muerte de su hermano Carlos. En 1468 recibió el
trono de Sicilia y a la muerte de su padre en 1479, el de la corona de
Aragón. Participó en las luchas con su espada a favor de su esposa Isabel y a partir de
esta fecha se produjo la unión dinástica de Aragón y Castilla y el
comienzo del reinado conjunto, siguiendo los acuerdos que se habían firmado
en 1475 en la Concordia de Segovia por los que ambos monarcas mantenían su
igualdad en lo referido a Justicia, moneda y expedición de privilegios,
pero reservaba a Isabel la fidelidad de los tenedores de Castillos y las
cuestiones de Hacienda.

Cuadro de la Virgen de los
Reyes Catolícos.
Este matrimonio ha sido
considerado como el punto de partida de la unidad y de la grandeza de
España. El primer objetivo de los nuevos monarcas fue el de restablecer la
autoridad real para lo cual se sirvieron de una poderosa organización, la
Santa Hermandad creada en 1476 que era una especie de policía judicial que
perseguía a los perturbadores del orden.
También constituyeron el
Consejo Real que sustituía a las Cortes y nombraron corregidores para
controlar las ciudades y vincularon la dirección de la Mesta al Consejo
Real. De este modo quedaba controlada la política del reino, pues su
principal objetivo fue sanear las instituciones existentes y crear otras que
pudieran servir a su autoridad, aunque estas medidas pesaron más sobre el
reino de Castilla que sobre el de Aragón.
La siguiente misión era
concluir la reconquista en el reino nazarí de Granada lo que consiguieron
en 1492.

Sepulcro donde descansan
los restos de los Reyes Catolicos
.
La paz interior y la buena
organización del reino permitieron que las arcas reales se llenaran y con
ellas se llevaran a cabo nuevas empresas como el apoyo al almirante genovés
Cristobal Colón que descubriría América en 1492, aportando riquezas para
el reino y un fuerte expansionismo exterior.
El éxito de la guerra
antimusulmana y la presión de los confesores de la reina indujeron a los
Reyes a unificar la religión de sus súbditos por lo cual en 1492 se
procedió a expulsar a los judíos y los mudéjares granadinos, obligados a
convertirse. Ya en 1478 se había creado La Inquisición para perseguir a
los cristianos nuevos que volvían a sus antiguas creencias.
La contribución de los
reinos de Fernando ampliaba los horizontes castellanos, sólo Granada
quedaba como último reducto árabe, y las posesiones en las Baleares,
Sicilia, Cerdeña y el Rosellón, de acuerdo con el tratado de Barcelona en
1493, formaban el territorio reinado por Isabel y Fernando.
Así mismo en Italia se
enfrentó al monarca francés consiguiendo la conquista del reino de
Nápoles en 1504. En ese mismo año fallecía la reina Isabel y aunque
dejaba como regente de la heredera al trono, Juana I, a su marido Fernando
el Católico, la nobleza castellana no lo apoyó por lo que éste marchó a
sus estados de Aragón. De este modo quedaba encargado del gobierno de
Castilla Felipe de Austria, el Hermoso, esposo de la reina Juana I de
Castilla, la Loca.
Pero la muerte de Felipe en
1506 obligó a restituir a Fernando, llamado por el Cardenal Cisneros a
Castilla en 1507. Los últimos años de su reinado se caracterizaron por los
enfrentamientos con Francia en terreno italiano. A la muerte de Fernando el
Católico heredó el trono su nieto Carlos I de España.

Imagen de los Reyes
Catolicos.
Desde el punto de vista
artístico esta etapa se caracteriza por la supervivencia de la tradición
gótica y la lenta penetración de los nuevos moldes renacentistas. Bajo el
impulso de los monarcas o de la alta nobleza se erigieron numerosos
edificios, iglesias, universidades, hospitales, castillos, etc.,
especialmente en tierras castellanas dada la supremacía económica de dicho
reino en aquella época. En el campo de la pintura continuaron desarrollando
su obra pintores que ya habían comenzado tiempo atrás como Huguet,
Gallego, Bermejo a la vez que el nuevo estilo renacentista asomaba a las
obras de artistas como Rodrigo de Osona el Viejo o Pedro Berruguete.
Aunque Isabel y Fernando
gobernaron de forma conjunta, ésta se centró más en tomar decisiones en
materia de política interior y en conseguir la unidad religiosa mediante la
selección del obispo, una reforma del clero, el establecimiento en 1478 de
la nueva Inquisición, dirigida en principio a los conversos que judaizaban
en Andalucía y extendida después por todo el reino, la expulsión de los
judíos, que les obligaba mediante decreto a convertirse o a emigrar, y la
conversión de otras minorías religiosas como los moriscos de Granada. Por
su parte, Fernando se centró más en el gobierno de la política exterior.
Isabel y Fernando diseñaron
una política de enlaces para sus hijos, a través de una serie de
matrimonios que tenían como finalidad afianzar la corona como una potencia
internacional y aislar a Francia.
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