CABALLEROS
TEMPLARIOS
La espada de los
caballeros templarios siempre estuvo al servicio de la cristiandad.
Nos hemos de remontar hasta
finales del siglo X, acercándonos hacia el año 1.000, año en que la
interpretación de las Escrituras había convencido a toda la cristiandad de
que se iba a producir el Apocalipsis.
Se ha discutido a menudo el
remoto origen ideológico de este tipo de agrupaciones, que para algunos se
encontraría en la cristianización del concepto islámico de "Yihad"
o guerra santa, mientras que para otros estaría ligado simplemente al de
peregrinación y cruzada.
Esta función asistencial,
compatible siempre con las actividades guerreras, explica por que, en casi
todos los casos, las órdenes militares surgieron de agrupaciones
originariamente hospitalarias, vocación ésta que jamás abandonaron del
todo y que incluso se mantuvo mucho tiempo después de que el factor bélico
hubiese desaparecido.

Imagen de una pareja de
Templarios.
De este modo, la distinción entre órdenes militares
y hospitalarias, útil desde el punto de vista explicativo, tiene mucho de
artificial, máxime si tenemos en cuenta la perspectiva mental de aquellos
tiempos. Ejemplo destacado de un nuevo tipo de religiosidad, varios
elementos distinguían a los miembros de las órdenes militares: la
vocación monástica, el ideal caballeresco, la imagen mítica de Tierra
Santa como centro del mundo y lugar de peregrinación, la defensa de la
cruzada y el espíritu piadoso-asistencial.
Por descontado que la
presencia conjunta de elementos que exaltaban la violencia, con otros que
apostaban por el amor y la tolerancia, no sólo no era considerada
contradictor a en la época sino que se entendía como característica de
uno de los modelos ideales de perfección cristiana. Los caballeros de estas
órdenes eran en efecto monjes, al haber profesado los votos (pobreza,
castidad y obediencia), organizado su vida de acuerdo con una regla (por lo
general la benedictina) y depender directamente del Papa. Pero al mismo
tiempo eran "milites", al ejercer el oficio de las armas y estar
motivados por el ideal de cruzada. Generalmente se distinguían tres clases
de miembros en estas agrupaciones, según predominase un elemento
ideológico u otro.
Los hermanos eclesiásticos
eran simplemente monjes, encargados de la misión y el apostolado, los
caballeros monopolizaban la función militar y los hermanos sirvientes se
dedicaban a tareas hospitalarias y domésticas. Institucionalmente hablando
las órdenes militares estaban dirigidas por un gran maestre, cuyos poderes
resultaban muy superiores a los del capítulo general, si bien en ocasiones
se buscaba el apoyo de un consejo restringido, fiscalizador del maestre.
Casas, propiedades y rentas se dividían en provincias, agrupaciones de
prioratos a su vez integrados por encomiendas.

Modelo de espada templaria.
A las órdenes de los
priores estaban los comendadores o bailes, representantes de la orden a
nivel local y regional. La primera en aparecer de las dos grandes órdenes
militares europeas fue la del Hospital, fundada en 1048 en Jerusalén por
mercaderes de Amalfi. Sus orígenes fueron los de una simple cofradía
piadosa, encargada del mantenimiento de un hospital destinado a los
peregrinos.
Colocada bajo la advocación
del patriarca de Alejandría, san Juan el Limosnero y tutelada por los
benedictinos, la Orden del Hospital de San Juan de Jerusalén admitió ya en
su seno, a partir de 1137 a caballeros. Durante el gobierno de Raimundo de
Puy (1120-1160), la orden adquirió su definitivo carácter militar,
centrado en la defensa de Tierra Santa y en la protección a los peregrinos.
En 1154, bajo el pontificado de Adriano IV, los hospitalarios o sanjuanistas
recibieron importantes donaciones y, al año siguiente, se dotaron de unos
estatutos propios similares a los de los canónigos premostratenses.
A pesar de todo ello la
orden nunca abandonó su primitiva función asistencial, fundando de hecho
numerosos hospitales en Francia e Italia, por lo general cerca de los
principales puertos de peregrinación. Esto permitió a los hospitalarios
superar con relativa facilidad las crisis que supuso la perdida de
Palestina, si bien las funciones militares se concentraron ahora en la
defensa de Rodas. Desde 1310 se conoció a los hospitalarios con el
apelativo de caballeros de Rodas.
En cuanto a la segunda de
las grandes órdenes militares, la del Temple, sus orígenes fueron asimismo
muy modestos. Su fundación en 1119 correspondió a una serie de caballeros
franceses, liderados por el que sería su primer maestre, Hugo de Payens
(muerto en 1136), bajo la fórmula de una cofradía asistencial. Unidos por
los característicos votos monásticos, al que sumaron otro de tipo militar,
centrado en la defensa de los peregrinos, recibieron de Balduino II de
Jerusalén una residencia situada, según la leyenda, sobre el antiguo
templo de Salomón, adoptando así el nombre de templarios o "milites
Templi".

Variedad en distintos
acabados de espadas templarias.
En 1127 la orden fue
reconocida por el Papa Honorio III y al año siguiente, bajo la protección
del Cister, adoptó como regla una versión modificada de la benedictina.
Gracias al patrocinio de san Bernardo, a los que dedicó su conocida
"De laude nova militiae ad milites Templi", los templarios
consiguieron importantes donaciones y un creciente poder.
Los privilegios
recibidos a lo largo del tiempo de reyes y nobles convirtieron a la orden en
una institución de potencia equiparable a la de cualquier principado
occidental y su riqueza llegó a hacerse inmensa. A mediados del siglo XIII
el Temple estaba dividido en 17 provincias con aproximadamente 20.000
miembros.
Sin embargo, su directa
dependencia del Papa y, sobre todo, su pronta dedicación a negocios
especulativos y crediticios despertó los recelos de los monarcas. Al caer
San Juan de Acre en 1291, último de los territorios del reino de
Jerusalén, la orden del Temple, privada de su principal función como era
la militar, entró en una profunda crisis que no superaría. Su enorme
riqueza (a principios del siglo XIV las rentas templarias superaban las
800.000 libras tornesas anuales), la enemistad del rey de Francia, la
debilidad del Papado y el fracaso de un último intento de acuerdo,
rechazado por los templarios, de fusionar su orden con la del Hospital,
desencadenaron la tragedia de 1037-1312.
Privado de sus señas de
identidad y acusado de todo tipo de delitos, reales o inventados, el Temple
seria disuelto por Clemente V en el concilio de Vienne, pasando sus
propiedades a los diversos monarcas o integrándose en otras órdenes
militares.

Soldados templarios con
sus espadas.
Sin alcanzar la trascendencia de las órdenes del Temple o del
Hospital, existieron agrupaciones similares en diversos países europeos. A
raíz de la segunda cruzada, y por iniciativa del duque Federico de Suabia,
se creó en San Juan de Acre una cofradía de caballeros alemanes con
carácter hospitalario.
Reconocida por el Papado dos
años más tarde, en 1198 se transformaría en la llamada Orden de los
caballeros teutónicos, cuya actuación en Palestina fue pronto lánguida.
Favorecidos con importantes donaciones por Federico II en las tierras
alemanas de colonización, en 1226 el duque Conrado de Masovia logró que la
orden se trasladase a Prusia, con el objeto de conquistar y evangelizar el
territorio.
En 1237 la orden teutónica
se vio nuevamente favorecida por la incorporación de los caballeros
ensíferos o portaespadas, organización fundada poco antes por el obispo
Adalberto de Riga con idéntico objetivo cristianizador. Durante todo el
siglo XIII los caballeros teutónicos serían una de las puntas de lanza
fundamentales del Drang nach Osten alemán, utilizando sistemáticamente la
cruzada contra los paganos de Prusia, Livonia y Estonia Finalmente en la
Península Ibérica, y al calor de la lucha contra el Islam, surgieron
también -y aparte de numerosas cofradías militar asistenciales de
existencia efímera- numerosas órdenes militares.
En la Corona de Aragón
tanto el Temple como el Hospital tuvieron presencia activa, fundándose en
1317 la llamada Orden de Montesa con los bienes incautados a los templarios.
En los reinos occidentales en cambio, siempre tuvieron mucha más
importancia las órdenes autóctonas, aparecidas en la segunda mitad del
siglo XII.
También, en Castilla, surgió en 1158 la Orden de Calatrava, cuyos
estatutos, aprobados en 1164, la hacían depender de la abadía cisterciense
de Morimond. En León surgieron las órdenes de Alcántara (1156), también
de filiación cisterciense, y de Santiago (1161), asociada a la
congregación de canónigos de san Eloy. Respecto a Portugal, nacían en
1162 la Orden de San Benito de Avis y en 1319 la llamada Orden de Cristo.
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