EL CASCO CORINTIO
Si intentamos imaginar
a un soldado griego, probablemente nos venga a la mente la figura de un
aguerrido soldado armado con casco, espada y escudo, con claros valores
heroicos y de liderazgo. El cine ha contribuido en gran medida a asentar en
el imaginario popular esta imagen del guerrero griego; películas como "300" o "Troya" dan buena cuenta
de ello. Ciertamente, esta imagen, aunque con ciertos matices, no se
encuentra tan alejada de la realidad de aquellos soldados que lucharon
defendiendo sus derechos en territorios propios y ajenos.
Estamos hablando del
hoplita, cuya figura está ligada a la evolución política de las polis
griegas. Tal como nos transmiten los relatos de Homero (una de las
principales fuentes de los llamados "Siglos Oscuros" de la Historia Griega) en la Era de los antiguos dioses y de
los reyes, la aristocracia dominaba al resto de la sociedad. Eran los nobles
de las familias distinguidas quienes guerreaban por la defensa de sus
intereses individuales en una forma de lucha donde predominaba el "yo"
frente a la comunidad. Los campesinos y comerciantes quedaron relegados de
la tarea de la guerra tanto por motivos sociales como económicos. En la Antigua Grecia cada
soldado debía costearse su propio equipo militar; teniendo en cuenta que las
piezas de guerra (espadas, cascos, escudos,...) se realizaban de manera
artesana, el costo de las mismas resultaba muy elevado. Por ello, el equipo
militar solía pasar de generación en generación.
 La película
"Troya" tiene como argumento la
guerra que enfrentó a aqueos armados con espadas y lanzas contra troyanos

Casco de Leónidas (Gerard Butler) que portó en el film "300"
Cuando las ciudades
griegas fueron ganando en poder y territorio, los motivos por los que la
guerra se originaba variaron sustancialmente. Ochocientos años antes de
nuestra Era, Grecia inició una expansión colonial de gran envergadura, desde
el Peloponeso se extendió por todo el Mediterráneo llegando hasta la actual
Península Ibérica. Ante tal hecho, se hizo necesario crear un ejército más
numeroso que pudiese defender los territorios que deseaban conquistar. Las
condiciones para ello se mostraron favorables.

Casco corintio hallado en Jerez, cercano al río Guadalete (Andalucia),
datado en el siglo VII a. C.
Dada la expansión
territorial griega, muchos campesinos accedieron a nuevos terrenos agrícolas
y vieron como sus ingresos aumentaban. Con estos ingresos pudieron costearse
equipos militares que les permitieron partir hacia la guerra, peleando codo
con codo con los aristócratas. Entonces nació la figura del soldado hoplita,
ligada a un tipo de combate determinado: la formación cerrada. La falange
conformó la unidad esencial de combate conformada por un número determinado
de soldados que se disponían sobre el terreno en forma de una única línea de
combate. Los hoplitas griegos armados con espada (mano derecha) y escudo o "hoplon"
(mano izquierda) se situaban unos junto a otros, sabiendo que su flanco
izquierdo siempre quedaba protegido por el escudo del compañero hoplita.
Distinta suerte corría el flanco derecho de la formación, que se reforzaba
situando a los soldados más fuertes.
Este tipo de formación
en batalla repercutió de manera directa en la organización socio-política de
las polis griegas. Los campesinos y comerciantes hoplitas se percataron de
que los ideales de solidaridad y compañerismo que se respiraban en el campo
de batalla no se traducían en una igualdad de derechos real en la ciudad.
Los aristócratas continuaban detentando el poder y administrando la justicia
de manera arbitraria. Por ello, comenzaron a reclamar mayor participación en
la vida pública de la ciudad para formar parte de la comunidad. Este reclamo
constituye el germen de la posterior aparición de la democracia, un complejo
proceso que no entraremos a detallar.

Escultura de Pericles con casco corintio datada
en el siglo V a. C.
Centrándonos en la
figura del hoplita destacaremos brevemente parte del armamento que le
acompañaba en cada batalla. La espada con doble filo y de corto tamaño
(cincuenta centímetros aproximadamente). El escudo o hoplon,
mencionado anteriormente, fabricado en bronce y madera de unos noventa
centímetros de diámetro. La coraza que en un principio se fabricó en bronce
y fue evolucionando hacia materiales más ligeros como el cuero y el lino.
Las grebas habitualmente de bronce y decoradas, que protegían las espinillas
del hoplita. La lanza, cuya longitud superaba el metro y ochenta
centímetros. Y por último pero no menos importante: el casco.
El modelo de casco que
podríamos considerar como archiconocido es el casco corintio. Este casco se
contempla como una verdadera obra de arte del mundo griego antiguo. Cada
casco estaba confeccionado de manera delicada por las manos de los artesanos
griegos que se convirtieron en verdaderos maestros de la técnica orfebre. De
manera habitual el casco corintio se batía sobre una única lámina de bronce,
no obstante, la arqueología nos ha legado testimonios de cascos elaborados
en dos piezas, como el casco del siglo VII a. C. hallado en la ciudad de
Olimpia.

Pintura griega del siglo V a. C. donde se
representa a un artesano fabricando un casco corintio
El origen del casco
corintio se fija en el siglo VIII antes de nuestra Era. Su clasificación
como "casco corintio" es una acuñación de la ciencia histórica moderna, al
igual que otras denominaciones como casco kegel, calcídico o italo-corintio.
No obstante, algunas investigaciones sobre textos de Homero y muestras
cerámicas apuntan la idea de que ya los antiguos griegos bautizaron a este
tipo de casco como corintio.
Técnicamente el casco corintio se define como un capacete que cubría
totalmente la cabeza del hoplita y que únicamente mostraba dos aberturas
para los ojos y la nariz. A medida que fue evolucionando, las formas de
casco corintio variaron: las carrilleras se hicieron más alargadas, los
orificios de oídos y nariz aumentaron; y el tamaño fue variando facilitando
su adaptación al cráneo. El casco corintio mostraba un recubrimiento
interior acolchado en cuero o lino para evitar que el metal dañase al
hoplita. Este acolchado interior podía fijarse al casco a través de pequeños
pespuntes que se cosían al metal a través de pequeños orificios o adherido
al mismo gracias a elementos como la resina.

Trihemióbolo griego del siglo IV a. C. donde aparece
representada la diosa Atenea ataviada con casco corintio en el anverso de la
moneda
El casco corintio
tenían un peso aproximado de dos kilos y medio, a pesar de que pueda parecer
una cantidad excesiva, no está de más recordar que otros cascos de la
historia como el casco del gladiador romano superaba los siete kilos. Sin
embargo, esta condición sumada al calor de los meses de primavera y verano,
épocas en las que se llevaban a cabo las guerras, y a los escasos orificios
del casco, da cierta idea de lo sufridos que debían ser los hoplitas griegos
durante la batalla. No obstante, durante la marcha, el casco se llevaba
levantado sobre la coronilla, tal y como muestra la conocida figura de
Pericles datada en el siglo V a. C. Esta modalidad de portar el casco
corintio alzado repercutió en la aparición del casco italo-corintio.
La decoración también
tuvo su importancia en los cascos corintios. Muchos de ellos solían
incorporar grabados geométricos como ovas o puntos, animales o elementos
florales en las carrilleras. Asimismo, los penachos elaborados a partir de
la crin del caballo que podía ser teñida en diferentes colores, también
adornaron el casco corintio. Todos estos elementos contribuían a reforzar la
sensación de ferocidad y agresividad que debía transmitir el casco a su
contrincante para amedrentarlo. Tal como indica el historiador Fernando
Quesada, "el casco corintio es uno de los cascos de apariencia más agresiva"
de la Historia.

El casco corintio transmite sensación de hostilidad hacia el
enemigo deshumanizando al soldado que lo porta
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