LA ESPADA DEL CAUDILLO ÁRABE ALI ATAR
La espada Ali-Atar es
un diseño en honor al personaje que da nombre a la espada. La figura de Ali
Atar está envuelta en un halo de historia y leyenda. Los datos que a él se
refieren son muy exiguos y parciales. Gran parte de ellos proceden de
relatos legendarios transmitidos a través de la memoria oral, lo que han
provocado que la visión real haya sido alterada con el paso de los años.
Las aventuras de
Ibrahim Ali-al-Atar armado con su fiel espada tienen como escenario las
tierras andaluzas centrándose en las proximidades de Granada.
Según narra la leyenda a Ali Atar se le atribuyen diferentes papeles:
general, comerciante, alguacil, alcaide y mayordomo.

Estatua de Ali al Atar armado con su valerosa espada situada en la localidad
granadina de Loja
Parece cierto que Ali
Atar comenzó su andanza como un modesto vendedor de especias y que poco a
poco gracias a las hazañas militares que logró con su hábil manejo de la
espada fue aumentando en poder y posición. Su cargo como Alcaide de la
ciudad andaluza de Loja parece cierto, ya que así lo confirma el relato del
manuscrito de Don Guzmán de Berlanga, un caballero procedente de
Castilla. Don Guzmán relata de manera interrumpida los hechos que
transcurren entre 1480 y 1565 d. C. En uno de sus relatos narra el
importante acontecimiento histórico de la toma de la ciudad de Loja situada
en la zona occidental de la actual provincia de Granada. Loja fue una ciudad
medieval fronteriza, y como tal, fue espectadora excepcional de la toma de
las tierras granadinas por los Reyes Católicos a finales del siglo XV. Fue
en 1486 cuando esta ciudad islámica capituló ante el ejército católico
guiado por el Rey Fernando de Aragón. La batalla fue dura, puesto que sendos
bandos estaban dispuestos a todo, sin embargo, la superioridad con la espada del ejército
cristiano se hizo patente, logrando aplastar con gran facilidad al ejército
musulmán.

Alcazaba de Loja, ciudad en la que Aliatar
ejerció como alcaide
En estos momentos, el
reino Nazarí de Granada era una tierra convulsionada por las persistentes
luchas internas que habían hecho enfermar al poder islámico que habitaba la Península Ibérica.
Boabdil, el último rey de Granada, había usurpado el trono a su padre, a
quien los cristianos llamaron Muley Hacén, nombre del que deriva la
denominación del pico más alto de la Península Ibérica.
Cuenta la tradición que el monarca Mulay Hasan, hastiado de la civilización
mandó que su cuerpo fuese enterrado en el punto de la tierra más cercano al
cielo, así fue como la cima granadina quedó bautizada como Mulhacén.
Boabdil,
favorecido por el apoyo de los Abencerrajes, importante linaje de
la nobleza granadina, y por el apoyo de su madre Aixa, mujer despechada
de Muley Hacén, logró hacer frente a su propio padre y a su tío Al
Zagal. Hacia 1482 Boabdil se proclamó rey de Granada, y desde el primer
día tuvo que dedicar la mayor parte de sus esfuerzos a defender el reino
contra los ataques cristianos.

Pico Mulhacén de Sierra Nevada
Retomando el relato de
D. Guzmán de Berlanga sobre
la toma de la ciudad de Loja, se indica
como Ali Atar, ejerciendo como Mayordomo Real invitó a una audiencia a los
dirigentes cristianos en un intento de negociar una salida pacífica al
inminente enfrentamiento. La reunión se celebró en una de las salas de la
sobria fortaleza que coronaba la ciudad de Loja. La habitación mostraba un
ambiente misterioso, efecto al que contribuían las celosías decoradas con
motivos florales que cubrían los vanos. Asimismo la sala se abría al
exterior a través de grandes arcos desde donde se divisaba el valle y la
revuelta del río, presumiblemente el río Genil, al que los árabes denominaron
Sinnil ("los mil Nilos") en
referencia a los múltiples afluentes que tiene el río Genil en similitud a
las numerosas fuentes que abastecían al río Nilo en Egipto.
A la cita acudieron
tanto representantes del Rey Fernando como del sultán árabe Boabdil, sin
embargo, las negociaciones no llegaron a buen puerto, como lo atestigua la
toma por la fuerza de la ciudad. Espadas y sables se enfrentaron en el campo
de batalla con resultados bastante deficientes para las tropas musulmanas.
La conquista de Loja supuso para el rey cristiano Fernando la apertura de la
frontera occidental que aseguraba su paso hacia la toma de la capital,
Granada.

Recreación de la capitulación de Granada por
parte de Boabdil
El vínculo entre Ali
Atar y Boabdil no fue únicamente amistoso sino también familiar. Boabdil,
tras regresar del campo de batalla donde a través de la espada defendió su
reino, quedó prendado de una bella joven mora llamada Morayma quien resultó
ser hija de Ali Atar. Boadbil la tomó como esposa en matrimonio y tal como
narra la leyenda, Morayma fue a la única mujer que amó en su vida.
La fecha de la muerte de Ibrahim
Aliatar se fija en el año 1483 d. C. Hay tradiciones que afirman que Ali-Atar
falleció durante la batalla de Lucena blandiendo su espada en defensa de
su suegro Boabdil, mientras que otras narraciones sitúan la muerte de
Ali-Atar en su regreso hacia la ciudad de Loja tras la batalla. Fuera
como fuese, la batalla logró concentrar a más de siete mil hombres entre
infantería y caballería árabe con el objetivo de hacer caer las defensas
de Lucena. Esta ciudad, situada unas decenas de kilómetros al norte de
Loja, estaba bajo el mando cristiano, al haber sido conquistada hacia el
año 1240 de nuestra era por el monarca Fernando III. Sin embargo, el
ejército cristiano logró sobrepasar al musulmán alcanzando el triunfo y
apresando a Boabdil.
Estatua que conmemora la historia de amor entre Morayma y
Boabdil situada en Granada
Otra de las leyendas
relacionadas con Aliatar, que ha permanecido en el recuerdo de la memoria
popular y que afortunadamente ha llegado hasta nosotros, es la de “El vado
del moro”. Este relato cuenta como Don Pedro Gómez de Aguilar, valeroso
noble y caballero es apresado por un grupo de soldados musulmanes liderados
por el caudillo Ali Atar. A golpe de espada los soldados árabes lograron
hacer salir a Don Pedro de su morada situada en la localidad de Cabra, hasta
hacerlo prisionero. El noble cristiano acompañó a Ali Atar en su regreso
hacia la ciudad de Loja. En un determinado momento del trayecto, Don Pedro
aprovechó el despiste de los soldados árabes para abalanzarse sobre Ali
Atar. Ambos cayeron del caballo y rodaron ladera abajo, se inició un breve
encuentro de espadas hasta que Don Pedro logró hacerse con la espada de
Aliatar e hizo callar al caudillo árabe.

Reproducción de la espada de Ali Atar
Allí, en aquel recodo
cubierto de altos matorrales permanecieron durante buen rato evitando ser
descubiertos por la tropa mora que iba en busca de su caudillo perdido.
Entre tanto el conde de Cabra, quien se había hecho eco del rapto, acudió en
auxilio de Don Pedro Gómez de Aguilar. Los dos nobles cristianos junto con
Ali Atar como prisionero, iniciaron una huída hacia Cabra, ciudad que les
brindaría la protección necesaria contra las tropas árabes quienes corrían
tras ellos.
Durante su agitada
huída, toparon con una gran crecida
del río Cabra que les impedía el cruce. Los nervios de los soldados
cristianos comenzaron a exasperarse, la amenazadora comitiva árabe estaba
pisándole los talones, armados con fieros sables. Sin embargo, la solución
al problema de los nobles cristianos vino de manos de quien menos se
esperaba: Ali Atar. El caudillo árabe les indicó un paso que era empleado
habitualmente por él y sus soldados para atravesar el río. Gracias a esta
acción los soldados cristianos lograron escapar de las garras musulmanas.
Ali Atar se granjeó el favor y la amistad de los nobles cristianos quienes
siempre estarían en deuda con él.

Ali Atar a pasado a la historia como un legendario caudillo
árabe que luchó incansablemente por la defensa de Granada
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