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LA ESPADA ROPERA 

El término espada ropera tiene su origen en España durante el siglo XV y hace referencia al tipo de espadas que solían portar los hombres cuando iban vestidos con ropa de civiles. Así pues, la espada ropera conformaba una pieza más de la vestimenta y a su vez podía emplearse como arma tanto ofensiva como defensiva. El término "ropera" queda atestiguado por primera vez en unos versos del poeta Juan de Mena dedicados a una panadera; también en el Inventario de Objetos del Duque D. Álvaro de Zúñiga datado en 1468. Desde España el término "espada ropera" viajará a territorios como Francia donde se traduce al término rapière o a Inglaterra con la denominación rapier.

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Espada ropera de origen español con guarnición de lazo

 

Habitualmente identificamos la espada ropera con aquellas espadas que portaban los ?Tres Mosqueteros?, obra literaria creada en el siglo XIX por Alejandro Dumas y llevada en numerosas ocasiones a la gran pantalla atendiendo a diferentes versiones. Sin embargo, habría que precisar que las espadas roperas que habitualmente observamos en las películas no se corresponderían exactamente con las espadas roperas originales de la Edad Moderna, ya que en el cine solemos observar espadas híbridas, compuestas por guarniciones de espada ropera junto a hojas más modernas empleadas en el deporte de la esgrima actual.

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Representación de los mosqueteros, representantes por excelencia de la espada ropera

 

El uso de la espada ropera se extendió desde mediados del siglo XV hasta finales del siglo XVII, aunque la época de mayor esplendor y desarrollo de esta espada en España fue el Siglo de Oro, durante los años centrales del siglo XVI y comienzos del XVII. Durante este periodo en el territorio hispánico reinará la familia de los Austrias, dinastía que consolidó un gran imperio cuyo territorio se extendió desde el ?Nuevo Mundo? americano hasta los territorios de Países Bajos, Alemania e Italia. Tal fue el poderío que alcanzó la monarquía hispánica en estos momentos, que la sociedad apodó al primer emperador y nieto de los Reyes Católicos, Carlos I, como el monarca en cuyo reino nunca se ponía el sol.

Inicialmente el uso de la espada ropera estaba restringido a las altas esferas de la escala social como los miembros de la familia real, los monarcas o los caballeros de órdenes militares como la de Alcántara. Así pues, portar este tipo de espada era todo un símbolo de prestigio y poder. Sin embargo, con el paso del tiempo gentes como intelectuales, burgueses o militares comenzaron a emplear la espada ropera.

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Duelo de gentilhombres del Siglo de Oro con espadas roperas

La espada ropera era usada sobre todo para la defensa personal y los combates a duelo. Estos debían de ser bastante comunes en esta época, tal como atestigua la resolución tomada por el Concilio celebrado en Trento en 1563 donde se condenaba la acusada tendencia a la defensa del honor a través de la espada. En ocasiones, los combates a duelo se celebraban de manera espontánea en las calles y plazas de las localidades y la gente observaba absorta el arte de los combatientes similar a como hoy en día observamos campeonatos de esgrima o boxeo. La espada ropera solía combinarse con el uso de una daga cuyo diseño iba siempre en consonancia con el de la espada.

 

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Espada ropera acompañada de daga a juego

Aunque en sus orígenes la espada ropera poseía una hoja larga y ancha, con el avance del arte de la esgrima pasando de la técnica del corte al estoque, la espada evolucionó hacia una hoja recta, estrecha y larga, pudiendo llegar a superar el metro de longitud, con un peso situado en torno a un kilogramo aproximadamente. La hoja de la espada estaba destinada tanto al ataque como a la parada. El punto de apoyo de esta espada se situaba habitualmente a unos quince centímetros de la guarnición, no obstante, dependía del uso que se le fuese dar a la espada, bien fuese con una intención de estocada o de corte. Las espadas roperas se esgrimían a una sola mano y tenían una guarnición (parte que protege la empuñadura de la espada) muy adornada pudiendo ser de tres tipos diferentes: de lazo, de concha o de taza.

 

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Esquema de las principales partes de la espada ropera y de los principales tipos de guarniciones: de lazo, de concha y de taza.

La guarnición de lazo es la más antigua, su origen se sitúa a fines del siglo XV y estaba conformada por unos gavilanes (parte que conforma la cruz de la espada) estrechos y prolongados que se entrelazan entre sí formando arcos de varios anillos conformando así el guardamano que debía proteger la extremidad de quien empuñaba la espada ropera. Sin embargo, esta guarnición no resultaba totalmente efectiva ya que la punta de la espada del adversario podía atravesar la empuñadura y dañar la mano del espadachín, a pesar de que quienes empuñaban estas espadas vestían guantes de piel. Esto obligó a introducir nuevos elementos para dificultar el riesgo de lesión.

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Espadas roperas de cazoleta o de taza

Así nace la guarnición de concha, conformada por pequeñas placas de hierro que se ensamblaban a la cruz de la espada ropera. Contemporánea a la guarnición de concha hace aparición la guarnición denominada ?de taza? o cazoleta cuyo objetivo era intensificar la protección del guardamano. Para ello, se situaba una pieza de hierro o acero con forma semicircular similar a una taza unida a los gavilanes actuando como protección tal como muestra la imagen. La cazoleta podía tener elementos decorativos como calados o dibujos.

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Espada ropera con guarnición de concha

Todo este conjunto morfológico daba a la espada un aspecto de elegancia y finura único. Asimismo la espada ropera se configuró como un arma eficaz para la esgrima típica de los duelos entre gentilhombres de la época renacentista.

 

La espada ropera se fabricaba mediante la técnica de la forja que era de difícil ejecución. Las espadas estaban conformadas por dos tipos diferentes de metal. El primero de ellos era el acero, también denominado ?hierro dulce? que conformaba el núcleo o parte interna de la hoja. El otro metal era un acero con alto contenido en carbono situado rodeando el núcleo interior. La unión de ambos metales se efectúa a través del martilleado que se inicia desde la punta hacia el extremo de la empuñadura iniciando los golpes desde el centro de la espada hacia los bordes.

A continuación se labraba poco a poco el diseño de la espada atendiendo a partes tan significativas como la punta y los bordes. Seguidamente llega la fase del templado, el dominio de la temperatura y la velocidad a la que debía de hacerse el templado era todo un arte cuyo secreto los espaderos guardaban con celo. El resultado final era una espada con un núcleo muy maleable y elástico, mientras que el exterior tenía una resistencia y dureza excepcional. Por último se añadían adornos a las espadas, se pulían y se solían firmar en la zona del puño. Esta zona estaba compuesta por la espiga recubierta de madera. A su vez, la madera se rodeaba de hilos de hierro o cobre en ejemplares más normales, aunque algunas espadas roperas de mayor calidad podía mostrar un puño recubierto de hilos de plata, oro e incluso seda. El objetivo de estos elementos era además de facilitar el agarre, embellecer la espada. Los puños también podían estar labrados o decorados.

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La espiga de las espadas roperas estaban recubiertas de un puño adornado con hilos de diferentes materiales

 

Por desgracia el número de ejemplares de antiguas espadas roperas en buen estado de conservación que conocemos actualmente es muy escaso. Podrían existir espadas roperas en colecciones privadas o fondos de museos, sin embargo su acceso no es algo fácil para los estudiosos. Además habitualmente en la Edad Moderna las espadas solían reutilizarse, modificando sus características y adaptándolas a épocas posteriores.  A este hecho se unen las numerosas guerras que durante el paso de los años han asolado el territorio peninsular destruyendo a su paso importantes piezas del patrimonio histórico material de nuestro país que en el caso de haber existido podrían haber ayudado a reconstruir y conocer un pedacito más de la historia del fructífero Siglo de Oro español.

 

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Son pocas las muestras que se conservan en la actualidad de espadas roperas antiguas

 

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